jueves, 20 de diciembre de 2012

Situémonos, sin embargo, en la Altea de comienzos del siglo XVIII.


Las voces se confunden en las noches de verano: nutridos grupos de turistas alemanes, escandinavos, británicos que ríen y beben en este pequeño pueblo mediterráneo de calles empedradas y cuestas imposibles: Altea, el pueblo que se transforma en las cálidas noches de agosto en una pequeña Babel. 
     La brisa del mar acaricia sin esfuerzo a los turistas mientras disfrutan en la  multitud de terrazas  situadas en la plaza de la Iglesia de Santa María del Consuelo.  Altea es bohemia y coqueta, de casas blancas, y cúpulas azules, mediterránea hasta la médula. El nombre de Altea podría provenir del griego Althaia, que significa "yo curo", o bien de la palabra árabe aṭṭaláya que en castellano se conserva intacta: atalaya. Se han encontrado vestigios en el término de los pueblos íberos y romanos. Durante la última fase del dominio musulmán, Altea perteneció a la taifa de Denia. Fue conquistada en 1244 por Jaime I de Aragón, y obtuvo carta puebla en 1279. Altea  es hermosa como su sierra: Bernia, una montaña que vigila la costa, donde antaño existió un fuerte del que hoy solo se conservan las ruinas: El Fort de Bèrnia. La fortaleza se alzaba a 803 metros de altitud. Podía controlar visualmente toda la línea costera comprendida entre el Cabo de la Nao, en Jávea, y el puerto de Alicante; en días claros, desde allí se puede incluso vislumbrar la isla de Ibiza. Fue construido en 1562 por Giovanni Battista Antonelli por orden de Felipe II. 
     Situémonos, sin embargo, en la Altea de comienzos del siglo XVIII. El reino de Valencia  aún estaba sufriendo las consecuencias de la expulsión de los moriscos, que supuso un descenso del número de los trabajadores del campo. La nobleza se beneficiaba de la situación, ya que el rey les concedió todos los derechos sobre las tierras, de modo que impusieron sobre los campesinos cristianos unas condiciones durísimas y cuantiosos impuestos. Pero a finales del XVII, gracias a la exportación de vino y a la industria sedera, la población campesina prosperó y comenzó a cuestionarse su poco ventajosa situación. Así fue como los campesinos tomaron las armas en el levantamiento que ha pasado a la historia como la Segunda Germanía. Los campesinos fueron derrotados, y tuvieron que esperar su oportunidad para seguir reclamando la abolición de los derechos señoriales sobre sus tierras.
 
      El momento propicio llegó con la muerte de Carlos II en 1700. La muerte del último de los Austrias abrió una brecha en España, que se dividió en dos mitades cuando Felipe de Anjou tomó posesión del reino de España el 16  de noviembre de aquel año. Felipe V era sobrino nieto de Carlos II, nieto de Luis XIV de Francia y de María Teresa  de Austria. Pero no era el único candidato al trono. El Archiduque Carlos de Austria se postuló también como pretendiente al trono de España. De este modo España se convirtió en el escenario de una guerra aparentemente civil, que en realidad fue un tablero de ajedrez en el cual jugaban las principales potencias europeas. El equilibrio de Europa, dependía del resultado del conflicto bélico hispánico. Así, el archiduque recibió el apoyo de Portugal, Inglaterra, las Provincias Unidas de Holanda y Austria, deseosas de evitar el excesivo poder de Francia.  En España, Navarra y la corona de Castilla se mantuvieron fieles a Felipe V, pero la Corona de Aragón fue mayoritariamente austracista.
         Los partidarios del archiduque fueron denominados Maulets y los felipistas, Botiflers. Los  Maulets era un término de origen satírico que parece ser el diminutivo de la voz árabe maula, que significaba esclavo. Usaban en las batallas como distintivo, un cuerno rugoso (Chraronia Nodifera), el caracol marino más grande del Mediterráneo. Años más tarde, quien poseyera un cuerno se convirtía en sospechoso, y por lo tanto, ejecutado. Los partidarios del bando borbónico fueron denominados  Botiflers, nombre que parece derivar de  la expresión francesa beauté fleur ("la bella flor"), en referencia a la flor de lis plateada sobre fondo azul que compone el escudo de armas del linaje borbónico.
          Altea tuvo un papel destacado en la Guerra de Sucesión. En 1704, un militar llamado Joan Baptista Basset i Ramos, al servicio de la Casa de Austria, se encontraba en Lisboa con el archiduque cuando este le encargó la misión de pasar a Cataluña al servicio del príncipe Jorge de Hessen-Darmstadt, con quien ya había colaborado en su etapa de virrey. Esta expedición tenía como objetivo facilitar la sublevación de los catalanes en favor del Carlos de Austria. Cumpliendo este proyecto, Basset desembarcó con sus tropas en Altea en agosto de 1705. Desde allí la rebelión se extendió con facilidad a Denia, Gandía y Valencia. A su paso por las costas valencianas, Basset mantuvo intensos contactos con personajes relevantes de la sociedad valenciana. La composición del bando austracista valenciano se caracterizó por la pluralidad sociológica: la pequeña y mediana nobleza (la más vinculada al foralismo, frente al pretendido centralismo borbónico), el bajo clero, las clases urbanas y una parte significativa del mundo rural. Ahora los campesinos vieron su oportunidad de conseguir la supresión de los derechos señoriales, hecho que Basset aprovechó prometiendo su abolición en nombre de los Austrias, y consiguiendo gran cantidad de adeptos. Sin embargo, Basset fue sustituido por el archiduque en Valencia, ya que los Maulets  eran insuficientes para luchar contra los Botiflers. Carlos envió al Conde de Cardona, a quien no le tembló el pulso al actuar contra los Maulets. Estos, bajo la protección de Basset, habían dejado de pagar los derechos señoriales, incluyendo los derechos de realengo. Por lo tanto, Carlos de Austria encontraba dificultades para sufragar su propio ejército contra el bando borbónico. De este modo, Cardona encarceló a Basset, a pesar de las revueltas populares en su defensa.
        Finalmente, tras la batalla de Almansa en 1707, la situación se tornó favorable al borbón. Sus partidarios se ensañaron saqueando las ciudades de los Maulets. Ninguno de los objetivos del bando austracista se cumplieron: Carlos no obtuvo la corona española, aunque se convirtió en emperador de Austria; la nobleza valenciana se vio oprimida por los Decretos de Nueva Planta, lo que supuso la abolición de los fueros, y el fin de todo el sistema legislativo y político valenciano. Según estos decretos los funcionarios serían en adelante nombrados por el rey y el valenciano sería prohibido como lengua de la administración, de la enseñanza y de la predicación.
         ¿Qué ocurrió con Basset? Tras la derrota de Almansa fue liberado y tras ser derrotados en Cataluña, Basset y los Maulets huyeron a Barcelona, donde fueron vencidos definitivamente en el sitio de la ciudad, el 11 de septiembre de 1714. La mayoría de Maulets muertos, fueron enterrados en el Fossar de les Moreres, al amparo de Santa María del Mar. Basset fue apresado por las tropas borbónicas y trasladado a Alicante, y desde allí a diversas prisiones como Fuenterrabía y Segovia. Murió en Segovia el 15 de enero de 1728, pocos meses después de ser liberado del Alcázar en un deplorable estado de salud, y fue enterrado por caridad por los jesuitas. En su lecho de muerte recibió una notificación del emperador Carlos VI en el que se le comunicaba su ascenso en el ejército imperial. 
         En conclusión, se puede determinar que el conflicto sucesorio fue el germen de un malestar en los territorios de la Corona de Aragón hacia el centralismo castellano borbónico que aún perdura hasta nuestros días, llevado  hasta la manipulación política. En la actualidad los Maulets son una agrupación política catalana de corte independentista. Mientras tanto,  la imagen de Felipe V de Borbón reposa boca abajo en el Museo de l’Almudí, en Játiva. Sobran las palabras para definir a aquellos que viven anclados al pasado.
Fuente: periodicoirreverentes

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