lunes, 28 de noviembre de 2011

Encadenados al amor eterno en Benidorm


Una pareja sella su amor enganchando un candado a una farola del puente Milvio, en Roma, y ambos tiran la llave al río Tiber como señal de unión eterna. Lo que solo era la escena de una novela de Federico Moccia, que después se vio en el cine, se convirtió en un ritual en el lugar real de la capital italiana. El fenómeno ha viajado miles de kilómetros y centenares de candados llenan una de las escaleras más transitadas de Benidorm: la que separa el Castillo de la playa del Malpàs y el puerto.
La conocida escena del autor italiano empezó a repetirse en numerosos puentes de Italia y se extendió por otras capitales europeas. En Benidorm comenzó como una costumbre que apenas había llenado la barandilla. Ahora cientos de candados de todo tipo y tamaños ni siquiera dejan a los turistas y vecinos agarrarse para poder subir y bajar el empinado acceso.
El ritual es el mismo para todos: se coloca el candado en la cadena que sirve de pasamanos con una inscripción. Una vez cerrado, las llaves se tiran al mar Mediterráneo como símbolo de lo eterno e incluso como deseo de volver a al municipio para buscar si aún sigue en su sitio el cerrojo.
Los motivos para enganchar un candado se han extendido y el símbolo de unión para las parejas ha dejado paso a recordatorios de familiares fallecidos, a grupos de amigos que quieren dejar su huella o simplemente a la tradición de aquellos que visitan la ciudad y ya han oído hablar de la conocida escalera.
Los mensajes de amor se suceden. Desde un simple y escueto «Paco y Marisol. Verano 1994» hasta toda una declaración resumida en «Amor por siempre» o «Navegando juntos». Las inscripciones aparecen en varios idiomas, desde el inglés o alemán hasta el chino, y la apariencia de los cerrojos pasa por los diseños más dispares, desde un candado rosa con corazones blanco hasta uno con fondo azul adornado con nubes.
«In love. Forever and Always (Enamorados. Para siempre y siempre)» es la declaración mutua que se hacen Gina y Matt a mitad escalera. A ella se une otra inscripción en inglés dedicada a una madre y una hermana que alguien perdió recientemente. Y es que los mensajes recordando a familiares fallecidos se entremezclan con los de los amantes como el de una esposa que recuerda a su marido con la fecha de su nacimiento y su muerte.
Las razones que llevan a los turistas a colocar estos cerrojos en el pasamanos son variadas. Unos porque se conocieron en la ciudad, otros porque allí pasaron sus primeras vacaciones juntos o porque piensan volver en algún momento. Es el caso de dos coruñesas que pasan unos días de descanso en Benidorm. Adela Conde y Elvira Otero habían pasado varias veces por la escalera y habían oído hablar de la tradición de los candados. No lo dudaron ni un momento y fueron a comprar uno para grabar una inscripción y tirar las llaves al Mediterráneo, «como manda la tradición». Una de ellas aseguraba que, a partir de ahora, «cuando vuelva a Benidorm vendré a visitarlo».
Pero los mensajes se han extendido más allá de la barandilla con forma de cadena. Todos los muros del acceso están llenos de mensajes y de nombres de enamorados con fechas. Los escalones también tienen su protagonismo en las promesas de amor eterno.
El asombro se apodera de aquellos que por primera vez se asoman. «Está muy bien, es muy bonito y original», afirmaba un visitante mientras otros murmuran que «nunca hemos visto nada igual». Sin embargo, la colocación de estos cerrojos de forma improvisada también ha causado alguna queja por parte de vecinos y visitantes. La escalera solo cuenta con ese pasamanos y su inclinación hace que sea prácticamente necesario cogerse a ella o al muro, como así corroboró una vecina que sorteaba turistas y candados mientras subía hacia el Castillo. Otros se quejan de que la colocación de estos elementos de metal ha dañado a la imagen de esta zona tan conocida.
Por ahora nadie se plantea acabar con los candados aunque sí se han quitado del pozo que existe en la parte alta del Castillo hace unas semanas que se había convertido en otro lugar de peregrinación de amantes.
Aún así, los cerrojos han vuelto a este lugar y es que, quizá, no se pueda poner trabas al símbolo del amor eterno.

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